Es curioso.
Aprendemos tanto sobre escribir historias que olvidamos en el camino muchas otras.A veces incluso, olvidamos (cómo escribir) la nuestra.
Aprendemos que lo imperfecto es lo que hace mejor a nuestro personaje pero sin embargo buscamos ser perfectos.
Aprendemos que los conflictos y triangulaciones son lo que hacen de nuestra historia un éxito, sin embargo, preferimos la comodidad.
La gente cambia. Llega a conclusiones, empieza de cero, de uno, o a veces, de dos. Pero todo comienza por aceptarse, por buscar un cambio, mudar de piel, de recuerdos, de ciudad incluso.
Sin embargo, es irónico que mientras la clave de la ficción sea tomar prestado lo más crudo del ser humano, nosotros los del mundo real, evitemos todas estas cosas para tomar una vida que se parezca a un producto de ficción. Que muchas veces cada día sea fruto de una serie de decisiones que se asemejen a un ejercicio de escritura automática de nuestro destino. Que cada diálogo cotidiano esté escrito en un formato en el que los márgenes se encuentran cada vez más estrechos. ¿Incomunicados? Puede ser. ¿Metamorfosis? Puede ser.
L.
1 comentario:
Me gusta tu claridad y casi dibujo de la realidad.
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