jueves, 13 de marzo de 2014

Pequeña resurrección.

Mientras todo el mundo era feliz y seguro, yo buscaba la inestabilidad , moverme para desplazar el recuerdo.
Nunca pensé en ti.
Nunca te soñé.
Nunca quise que estuvieras aquí.
Nunca.
Nunca volví.
Nunca.
(mentira)
Mientras las calles iban tiñiéndose de azul, él caminaba. A paso lento.
Metió una mano en el bolsillo derecho de aquella chaqueta de polipiel. Rebuscó las llaves. Estaba cerca de casa.
Entonces pensó, mientras caía la noche, en que esta vez nadie le recibiría. Sólo la rutina. La rutina de la soledad. Esa que duele y no puedes aprender a amar.
Él se detuvo. Miró la casa de enfrente. Las luces encendidas. La vida encendida, pero bañada en la noche. Se detuvo. Sacó su móvil, un acto reflejo. Miró la pantalla.
La rutina le mandó un mensaje.
No contestó.
La rutina comenzó a llamarle.
No contestó.
La rutina dejó de amarle.
No le importó.


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